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ÚLTIMAS CARTAS
DESDE LA LOCURA
VINCENT VAN GOGH
(Al final el enlace con el texto completo
de libros gratis, publicado por la web somoslxspiratas)
PRÓLOGO
El caso Van Gogh, que en vida sólo logró
vender una única pieza, y que se transformó
después en uno de los artistas de más alta cotización
en el mercado de arte internacional, es uno de los
más trágicos de la historia de la pintura. Por eso,
cuando Antonin Artaud lo ilumina en su texto VAN
GOGH EL SUICIDADO POR LA SOCIEDAD,
hace algo más que identificarse con él. Lo está
reconociendo, porque si Artaud es el poeta de la
profundidad, Van Gogh, que trabaja las superficies,
es el pintor de lo invisible.
Van Gogh es un artista amenazado, la
singularidad de su expresión lo vuelve inadmisible
para la época. Está obstinado en que su violencia se
vuelva luz, materia pictórica. Absolutamente frágil,
cercado por la pobreza, el aislamiento y la locura,
trata de rescatar su ser profundo, constituido "por
ÚLTIMAS CARTAS DESDE LA LOCURA pequeñas emociones y por el instinto del pobre,
tratando de probar la existencia verdadera del
recuerdo, aún cuando todos los días olvidemos".
Viniendo de las oscuras tonalidades de su
patria, Holanda, cuando finalmente llega al sur de
Francia, a Arlés, pinta los verdaderos colores del
Mediodía bajo ese sol que quema incluso la razón.
Porque allí están "todos un poco tocados", sobre
todo los que firman un petitorio para que se le
impida salir del hospicio para pintar. Recorriendo
las calles con su caballete y sus pinturas a cuestas,
Van Gogh pone en cuestión a la sociedad. En sus
pinturas plantea el problema de la verosimilitud.
En esos días de crisis y encierro, su único
bálsamo es mantenerse ocupado. Tener qué leer y
material para pintar. Pinta todo lo que ve, produce
incansablemente. En las largas y profusas cartas a
Théo, confiesa su pasión por la literatura.
Escindido, Vincent se completa en Théo, el
hermano marchand que lo sostiene
económicamente desde París y que se encarga de los
negocios con el mundo tratando de permanecer lo
más leal posible a las directivas del mayor.
Pintor, Vincent se transfigura cuando expresa la
necesidad de una ética del artista, a quien sueña
VINCENT VAN GOGH abandonando la mundanidad estéril del París para
entregarse místicamente a la búsqueda del color, la
verdadera luz, lo que el ojo no puede ver. Quiere
crear un atelier comunitario en Arlés y con bastante
sensatez sueña utopías como transformar las
desoladas salas del hospicio en un taller con comida
barata para pintores.
Excepto la pintura, ningún gesto lógico hacia el
mundo. Y cuando el crítico Issacson publica un
comentario alabando su trabajo, hay en él un
movimiento de rechazo y abstención. Pretende
eludir el presente, se proyecta al futuro y para ello se
escuda tras Théo. Pretende que éste no venda su
obra, que la guarde "para más adelante". Y en el
abismo entre la certeza de su tarea y la duda que le
genera no ser reconocido, se suceden las crisis de la
enfermedad, cada vez más frecuentes y
demoledoras. Su obra le consume todas las fuerzas:
en las cartas describe cuadro por cuadro, los
hallazgos de color, sugiere tipos de marcos y ordena
los trabajos por complementarios, pensando en el
momento en que serán expuestos. Nada escapa a su
vigilancia, desde Arlés.
Sólo los libros lo distraen de su obsesión. Y las
cartas. Por lo demás todo es soledad y aprender a
ÚLTIMAS CARTAS DESDE LA LOCURA aceptar su enfermedad. La locura lo desgasta. lo
fatiga. Sus momentos de lucidez son de extrema
cautela, necesita alimentarse, pintar, materiales con
qué hacerlo. El dramático contraste con Théo se
acentúa desde la miseria del hospicio, que él
describe con patético realismo.
En todas sus pinturas, ya sean los retratos o los
paisajes, un jarrón con flores o el ciprés nocturno,
aparece siempre el doble carácter de Vincent:
materialidad y metafísica, una singularidad signada
por el desarraigo.
E incluso sus naturalezas muertas son
apasionadas y coléricas, llenas de compasión.
Simultáneamente violencia y ternura, en un tejido
que excede la norma de cualquier escuela, cualquier
encasillamiento.
Vincent acepta lentamente su enfermedad. Las
crisis se suceden, agotándolo, desde aquella
Nochebuena del 88, cuando ataca a Gauguin, que
había fijado residencia en Arlés desde hacía un
tiempo. Ambos pintores compartían la casa y el
atelier, poniendo en marcha el proyecto de Vincent
de una comunidad pictórica en el sur de Francia.
Desde hacía ya un tiempo, Vincent se había vuelto
brusco y ruidoso, acercándose en mitad de la noche
VINCENT VAN GOGH a la cama de Gauguin, volviéndose a dormir
profundamente cuando éste lo interrogaba. Esa
Nochebuena, habían estado juntos en un bar,
bebiendo ajenjo. Bruscamente Vincent arrojó el
vaso contra su amigo. Después cayó en un estado de
sopor y durmió profundamente hasta la mañana siguiente.
Entonces recordó vagamente haberlo
ofendido. Gauguin ya había decidido ponerse en
contacto con Théo para advertirle de lo ocurrido y
pensaba poner fin a su estadía en Arlés. Le
comunicó su decisión a su compañero y el día pasó
tormentosamente.
Después de la cena, Gauguin fue a caminar por
un campo de laureles florecidos y, alertado por un
sonido de pasos, descubrió a Van Gogh apunto de
lanzarse Sobre él con una navaja abierta en la mano.
Sorprendido, Van Gogh deshace el camino,
corriendo.
Gauguin no volvió a la casa esa noche sino que
se hospedó en el hotel del pueblo. Al despertarse a
la mañana, vio reunida a una gran multitud. Allí
pudo enterarse de que, inmediatamente de llegar a la
casa, Van Gogh se había cortado la oreja al ras de la
cabeza. Con mucho esfuerzo había logrado detener
la hemorragia. La sangre manchaba los dos
ÚLTIMAS CARTAS DESDE LA LOCURA pequeños cuartos y el dormitorio en el piso
superior.
Una vez detenida la hemorragia, cubierta la
cabeza con una gorra vasca, se dirigió directamente
al prostíbulo donde entregó, para una de las
mujeres, un sobre que contenía la oreja bien lavada.
Hecho esto, volvió a su casa y se encerró a dormir.
Es Théo quien acude, soluciona, provee.
Vincent reclama dinero y puntualiza cada gasto.
Pasa largos ayunos, intoxicado de tabaco y alcohol,
produciendo incansablemente. Lleva años ser un
verdadero pintor, dice. Poseído por una fiebre
productora sale a pintar durante la noche, con el
sombrero empenachado de velas encendidas,
produciendo espanto en la comunidad.
Mientras, en París, Théo va consolidando su
vida, se casa, tiene un hijo, cuida de la familia y de
su hermano.
Lo visita raramente. Es su puente con el mundo.
A través de las cartas, Vincent parece hacerlo
objeto de su desconsuelo, su ternura, su ironía.
Vincent es inseparable de Théo, figuras
contrapuestas de un mismo drama. En una visita a
un museo, descubre un cuadro de Delacroix donde
VINCENT VAN GOGH una figura parece condensar a ambos en uno,
misteriosa figuración de la alteridad.
En 1890 Vincent decide mudarse a
Auvers-sur-Oise, donde el doctor Gacnet le
propone una cura homeopática. Pinta entonces
desenfrenadamente. Vergeles florecidos, hombres
inclinados sobre la tierra, campos de trigo, retratos
casi japoneses, su cuarto quieto, autorretratos que le
depara el espejo. Pinta la noche, un ciprés con luna,
los negros pájaros del final...
Pinta para salvarse de un enloquecedor rumor
que no lo abandona nunca. Y pinta, también, para
ser. Las visiones que plasma son irrepetibles.
El 27 de julio de 1890, Vincent se pega un tiro
en el pecho, en pleno campo. Dos días más tarde
muere.
Para completar aún más la misteriosa relación
que los une, su hermano Théo muere seis meses
más tarde, el 21 de enero de 1891.
Claudia Schvartz
En el siguiente enlace las cartas de Van Gogh a Théo:
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